El arte, el marketing y la emoción

En un intento de explicar su arte a la revista LIFE, Mark Rothko nos dejó una de sus más grandes citas: “La pintura no es sobre una experiencia. Es una experiencia”. Su obra se escapa de lo figurativo, y de lo que denominamos como arte clásico, para buscar una conexión emocional a tres bandas entre el artista, el lienzo y la persona que lo contempla. El arte es, por lo tanto, una conversación en la que se transmite un mensaje y el receptor intenta descifrarlo. Cuanto más interesante sea esta conversación, habrá más posibilidades de que la persona vuelva al mismo cuadro. Quién sabe, quizás aquella conversación cambie con el tiempo, o el mensaje transmitido cambie según el contexto emocional de la persona. Esto es, en definitiva, lo que convierte el arte en arte.

Desde la comunicación empresarial y el marketing debemos comprender estas dinámicas, y las razones son variadas. En primer lugar, porque debemos ser cuidadosos en el uso de creaciones artísticas en nuestras campañas de marketing, buscando siempre que subrayen el mensaje que queremos transmitir y las conversaciones que queremos crear. En segundo lugar, debemos comprender que el mensaje debe ser consistente en nuestra compañía. Es decir, nuestra comunicación debe basarse en los valores inherentes a la labor social de la empresa, y la estética a transmitir debe ser percibida en todos sus estamentos, desde la decoración de las oficinas hasta sus redes sociales.

En A Maruxiña entendemos la conexión de la comunicación y el arte. Comprendemos la comunicación empresarial como la conexión emocional entre empresas y sus consumidores. Nuestros mensajes tienen que fomentar la conversación, intentar hacer que los consumidores vuelvan a visitarlos, quizás buscando nuevos significados. La comunicación empresarial, al igual que la vida, se vacía de contenido sin emoción, y por eso necesitamos del arte.

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